jueves, 3 de octubre de 2013

Dos de octubre, a 45 años del Movimiento Estudiantil...

En últimos días, incluso meses, el ambiente se percibe tenso debido a las protestas encabezadas por ciertos grupos sociales ante las "Reformas Estructurales" propuestas por el Gobierno Federal en diferentes temáticas de la vida nacional; discrepancia existe entre protestantes y otros miembros de la sociedad civil por las molestias que provocan las movilizaciones en una ciudad, ya de por sí intransitable, que, de igual manera, es clave de las luchas sociales mexicanas: El Distrito Federal. Ante este panorama, recordar cada dos de octubre es revitalizante por los logros que "La generación del 68" alcanzó en pro de las futuras políticas de "apertura democrática" y por el fuerte apoyo de una clase media pujante en plena etapa del "Desarrollo Estabilizador" mexicano. 

Sin embargo, ¿qué tanta importancia, los estudiantes, damos a este suceso magno?, ¿tienen aquellas movilizaciones una interpretación que ayude a las luchas democráticas actuales?, de acuerdo a las movilizaciones de recuerdo por el dos de octubre, ¿podríamos realizar demás acciones que en verdad den significado a la importancia del estudiantado en nuestro país?. Y las más importantes, pienso yo: ¿Qué exactamente sabemos sobre el curso del movimiento estudiantil (Desde julio a noviembre de 1968)? y ¿Está totalmente esclarecido lo acontecido el dos de octubre? La respuesta a las últimas cuestiones requieren de estudio objetivo e imparcial para determinar responsabilidades e interpretación de las acciones por ambos bandos: Estudiantes y Gobierno Federal (encabezado por el ex-presidente Gustavo Díaz Ordaz), pero en las primeras interrogantes, los estudiantes podemos tomar la batuta para, de una vez por todas, evitar los linchamientos mediáticos que ejercen sobre nosotros, las universidades públicas, los medios de comunicación masiva.

Yo no asumo una postura contraria a las marchas por dos razones: Porque dichas marchas fueron la columna vertebral del movimiento estudiantil, y de su relativo éxito; además porque no las culpo sobre los problemas viales de la capital, la solución a dichas adversidades pueden darse con la generación de una "cultura verde" que nos emancipe del uso del automóvil y con inversión al transporte público, en vez de priorizar la construcción, o concesión, de autopistas, distribuidores viales, etc. Pero el estudiantado, si en verdad ha investigado sobre demás acciones llevadas a cabo en 1968, debería asumir no solo una acción contestataria, sino una activa, esto mediante "retribuciones" a la población civil; aún recuerdo cómo en el libro "Los días y los años" de Luis González de Alba, se rememoraba las consultas odontológicas y médicas hechas por estudiantes en la Ciudad Universitaria; o la asesoría en litigios de campesinos desamparados, en las regiones aledañas a la zona metropolitana de la ciudad, realizadas por alumnos de leyes en 1968. Estarán ustedes de acuerdo que ese espíritu solidario es escaso y, de manera urgente, debe ser rescatado por todos los habitantes del país; además de que estas intenciones ganan el apoyo del pueblo y no lo restan, como sucede actualmente.

Lo acontecido durante julio a noviembre de 1968 debe ser motivo de orgullo y no un lastre que indigne a los estudiantes, inconformes por las protestas de cierto sector de la comunidad universitaria; podemos estar en desacuerdo con las medidas que actualmente se toman, pero no basta con ello: hay que ser propositivos.
Sobre este aspecto soy claro: Las fuentes de información siempre están en constante cambio, y habríamos ya de indagar más en demás publicaciones y documentos oficiales que ofrezcan una nueva perspectiva de este hecho histórico. Un ejemplo claro de esto se encuentra en la bibliografía del libro "Arrebatos carnales III" de Francisco Martín Moreno; en la cual, se encuentran archivos desclasificados de la CIA estadounidense que sugieren las intenciones de Washington de utilizar al movimiento estudiantil para desestabilizar al Estado Mexicano e implantar una dictadura militar al mando del General Alfonso Corona del Rosal (Regente en 1968 del DF). Si relacionamos el crecimiento, en tan poco tiempo, de las protestas; la participación violenta e inesperada de los cuerpos policíacos ante una riña callejera entre estudiantes el la Ciudadela (Considerado este hecho como el inicio de las hostilidades) y la preparación militar y política del mismo Corona del Rosal para asumir las riendas de un estado americano en plena época de la Guerra Fría, hacen parecer poco descabelladas las declaraciones de altos funcionarios, sobre todo las de Díaz Ordaz, en dar la responsabilidad del movimiento a los "agentes desestabilizadores".

También Martín Moreno inquieta con interpretaciones del dos de octubre de 1968 en La Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco: Culpa, en base a los mismos desclasificados de la CIA, a francotiradores encabezados por el "Equipo Zorro" (pertenecientes a la nómina del Gobierno del Distrito Federal) y a un cuerpo de Guardias Presidenciales de iniciar el fuego sobre los manifestantes y, muy importante, sobre la tropa del Ejército Mexicano, localizada en los alrededores de la plaza y al mando de, General Brigadier, José Hernández Toledo; de igual importancia es rescatar que este miembro de las Fuerzas Armadas mexicanas fue herido por uno de los disparos hechos por los francotiradores; éste personaje al caer lesionado, provoca un rompimiento del orden castrense de la tropa y genera el famoso intercambio de fuego entre soldados y tiradores. ¿Qué fue lo que detuvo la intentona intervencionista de Estados Unidos? El sentimiento de desconfianza por parte del Ejército Mexicano a raíz de la emboscada de Tlatelolco hacia las autoridades federales del Estado Mexicano; no podía haber gobernabilidad sin el apoyo incondicional de los cuerpos militares, motivo por el cual Corona del Rosal ya no podía aspirar a dirigir una nueva administración auspiciada por el vecino del norte. En estos dos últimos párrafos podría partir un impetuoso debate que contaste a las dos posturas divergentes: Ejército como héroe y víctima o ejército como villano y victimario.

Un proceso tan álgido como el Movimiento Estudiantil de 1968 debe ser abierto a nuevos estudios que liberen de maldiciones dogmáticas a los sucesos y actores del acontecimiento; sugiriendo otro ejemplo, por supuesto que obras como "Rojo Amanecer" son básicas y ofrecen cierta perspectiva de esta historia al público en general, pero se deberían promocionar más visiones gráficas y de investigación como el documental: "1968, la conexión americana", elaborada por el "Canal seis de julio", que va en el tenor de la infiltración de agencias de inteligencia de EE.UU. en el México de 1968.

Agotado ya casi este dos de octubre del 2013, es menester de los estudiantes universitarios interesarse en el estudio histórico del México contemporáneo; es más, debemos poseer la capacidad de interrelacionar tales sucesos con nuestro día a día. Por supuesto, el comentario es porque gracias a los frutos del movimiento de 1968, en el sexenio de Luis Echeverría Álvarez se trató de resarcir el daño a la comunidad universitaria con la creación de los Colegios de Ciencias y Humanidades (CCH), y las otrora Escuelas Nacionales de Estudios Profesionales (actuales Facultades de Estudios Superiores) que nos albergan a algunos en el plantel Aragón, nuestra alma máter.

Son tiempos de reflexión, acompañados de la época moderna y sus herramientas tan variadas para la obtención de información, se debe generar debate constructivo no solo para el esclarecimiento de la historia mexicana, sino también a la resolución de los problemas políticos actuales y, al mismo tiempo, fomentar una visión prospectiva en aras de el progreso de nuestro país. Porque ese es uno de los pilares humanistas de nuestra universidad y porque los estudiantes de esta universidad pública, la UNAM, nos debemos al pueblo mexicano.

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