viernes, 3 de abril de 2015

No den las gracias

“Hermanos se hicieron todos, hermanos en la desgracia; peleando contra los lobos, peleando por una casa. Herminda de La Victoria nació en el medio del barro, creció como mariposa en un terreno tomado.”        
– Víctor Jara / Herminda de La Victoria –

Francisco era un joven universitario, estudioso, atento seguidor de los sucesos políticos que acontecían en el continente americano, aspiraba algún día ser parte del cuerpo diplomático mexicano y escogió las Relaciones Internacionales como su campo académico. Corría la segunda mitad del año 1973 y con conmoción recibía los boletines informativos del golpe militar en Chile, también sufriría, como buena parte de los partidarios del gobierno de la Unidad Popular, la inmolación de Allende; en la mente de nuestro muchacho siempre quedará aquel discurso del presidente chileno, el cual pudo presenciar, de 1972 en la Universidad de Guadalajara: “Y ser joven y no ser revolucionario en una contradicción hasta biológica”[1].

                Francisco no carecía del sustento básico, su familia era fiel reflejo del ícono del milagro mexicano. Hijo único, padres profesionistas, departamento en la otrora Villa Olímpica, conducía el Dodge Dart de su padre para ocasiones especiales, para acudir a la Universidad utilizaba un modesto Volkswagen Beetle que su madre rara vez utilizaba, ya había hecho algunos viajes al extranjero; entre ellos, uno al país sudamericano en mención, donde realizó una de sus más valiosas adquisiciones: Un vinilo del grupo folclórico Inti Illimani llamado “Canto al programa”, de él su fascinación e inclinación, inducida a ritmo de charangos y quenas, al gobierno de izquierda en Chile. Los meses transcurrirían y su atención seguiría puesta a las labores de la junta militar del General Pinochet Ugarte; por otra parte, aplaudiría la postura del presidente mexicano, Luis Echeverría Álvarez, en cuanto a la apertura de la embajada en Santiago para personajes afines al gobierno depuesto.
               
                La recepción de noticias continuaba, dentro de sus aulas y los círculos que frecuentaba; violencia y constantes violaciones a las garantías de la población civil eran tópicos infaltables, pero entre ellos destacaban también la lucha, pacífica y en otras ocasiones violenta, de los sectores populares por su autonomía y respeto a la autogestión…, entre estos, los encabezados por la comuna llamada La Victoria, dentro de la capital santiaguina. La Victoria era un predio inhabitado hasta 1957, año en que más de un millar de familias provenientes de la periferia de la ciudad se instalaron en el terreno e iniciaron su distribución equitativa para construir viviendas, en detrimento de los dueños latifundistas. Considerada la primera ocupación organizada de tierras en América Latina, la comuna de La Victoria y toda su historia de rebeldía no serían ignoradas por el gobierno militar de Chile, debido a ello se producirían constantes altercados entre los pobladores y los Carabineros; muertes y desapariciones asolarían a la colonia popular.

                Dentro del imaginario de nuestro personaje no desaparecería la figura de La Victoria. Posteriormente, descubriría un tema musical de Víctor Jara dedicado a la comuna, llamado “Herminda de La Victoria”, de 1972[2]; así era nuestro noble muchacho, un dedicado seguidor del folclor latinoamericano. Transcurridos ya algunos meses de aquel fatídico 11 de septiembre chileno, la atención en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad ahora se centraba en lo que algunos llamaban “la comuna de París a la mexicana”; rumores tras rumores incentivaron la curiosidad de muchos estudiantes, Francisco no estaría exento del afán por saber a ciencia cierta la historia de ese experimento social gestado en el estado de Morelos: La Colonia Rubén Jaramillo, nombrada así en honor al líder campesino del Ingenio azucarero de Zacatepec asesinado por paramilitares una década atrás.

                Charlas, investigaciones por doquier, reuniones clandestinas y demás acciones lo llevaron a formar parte de un pequeño grupo de personas que viajaría un fin de semana hacia la Jaramillo; se sabía que la colonia requería de mano de obra externa para lograr terminar las obras públicas que los habitantes requerían, entonces los estudiantes acudirían gustosos a colaborar en dichas brigadas con el afán de empaparse de nuevas vivencias y obtener más datos sobre la organización social de la comuna. Francisco acudió frecuentemente a los también llamados “Domingos rojos” para colaborar en la fajina; encontró múltiples similitudes entre La Victoria y La Jaramillo, desde las prácticas equitativas a la hora de delimitar los lotes hasta la dinámica autogestión que se realizó a cargo de sus poblaciones, incluyendo aspectos como los cuerpos de seguridad interna, las juntas populares como mecanismo máximo para la toma de decisiones y el trabajo con prioridades colectivas.

                No obstante a este importante acercamiento con la población, a nuestro protagonista le era sumamente difícil conseguir proximidad con la élite política de la Jaramillo, entre ellos el máximo líder e impulsor de la colonia: Florencio Medrano, alias “el Güero”. Sabía de su pensamiento maoísta y de sus orígenes en el estado de Guerrero, también de sus nexos con el Partido de los Pobres de Lucio Cabañas; al final del día, de las semanas en las que permanecía en la Jaramillo, Francisco pensaba que tal vez era lo mejor mantener esa debida distancia, pues el presidente Echeverría utilizaba la retórica revolucionaria hacia el exterior y no era condescendiente con cualquier destello independentista que se presentara al interior. El destino que tendría el mismo Güero Medrano, asesinado en la sierra oaxaqueña por el Ejército Mexicano tras su abandono de la Jaramillo, refrendaría los pensamientos del joven estudiante.

                Presiones del gobernador Felipe Rivera Crespo, de comisiones “negociadoras” de la Secretaría de Gobernación y la paranoia del Güero ante la eventual toma de la colonia por militares mexicanos, hicieron que, por un momento, se vislumbrara el final de la aventura popular de toda una población afligida por la pobreza y la falta de un patrimonio digno. Durante este periodo decadente, Francisco se vio obligado a mantener una prudente lejanía a ese escenario sombrío; no obstante, siguió con detalle cada acción llevada a cabo dentro de la Jaramillo, tanto de sus habitantes como del gobierno estatal y federal.

(…)

Se terminaba el sexenio de Luis Echeverría y con él su credibilidad ante la sociedad civil capitalina y del resto de la República; Francisco lo pudo constatar en 1975, presente en un auditorio de la Facultad de Medicina donde el presidente, con la intención de inaugurar los cursos universitarios, fue ahuyentado por el estudiantado bajo rechiflas y empujones. Los saldos de un gasto gubernamental excesivo, en tiempos de crisis económica interna e internacional, la endeble “apertura democrática” del régimen y la Guerra Sucia mexicana hacia guerrillas urbanas como la Liga Comunista 23 de septiembre y organizaciones con tendencias de izquierda influían determinantemente en el ánimo nacional.

                Un joven prospecto como el muchacho que representa esta remembranza no podía quedarse atrás en el recuento de aciertos y fallos de la administración de Echeverría, esto escribía de manera informal en aquellos años:

“Pluralismo ideológico en las relaciones exteriores de México y la apertura democrática para la reconciliación entre la sociedad y el gobierno federal, son las dos promesas que la administración saliente pregonó y cumplió de manera incompleta.

                El actual presidenciable del PRI, José López Portillo, será el único candidato con registro válido para la presente contienda de 1976; no son pocos los partidos políticos que ya se rehúsan a postular candidatos para evidenciar la práctica mexicana del “dedazo”. No cabe duda que se deberán realizar cambios estrictos en materia electoral, al menos que el régimen quiera seguir invirtiendo en Brigadas Blancas que aten los cabos sueltos de este ya cansado sistema político mexicano.

                Se ha escrito en la prensa (aunque ya no de manera recurrente por la salida estrepitosa de Julio Scherer del diario Excélsior) sobre los saldos del populismo: Inflación, devaluación del peso mexicano ante el dólar estadunidense, menor calidad de vida en las urbes – no se diga el campo –, violencia y secuestros de cuerpos sediciosos a las élites empresariales y políticas del país, entre otros aspectos más.

                Pero, si hay algo que agradecer de dicha política populista, es el hecho irrefutable de inversiones a la educación, de la cual mi UNAM ha sido beneficiada con amplios presupuestos y con la reciente creación de los Colegios de Ciencias y Humanidades y Escuelas Nacionales de Estudios Profesionales; aunque no esperaba menos por la sangre estudiantil derramada en 1971 y 1968… Notable también resultó para los investigadores de México la fundación del CONACyT, y para aquellos cuya situación económica fuese delicada la apertura de los Conalep; de los cuales cabe agregar, tienen símiles con la Universidad Tecnológica de Chile y sus planes de estudio cortos para la inserción de mandos técnicos medios en las industrias. Solo el tiempo nos enseñará los progresos de cada uno de estos espacios educativos.
               
                Dado que ya toqué la cuestión de la relación México – Chile, establezco que la política exterior implementada por el presidente ha sido sin duda importante para el prestigio de la diplomacia nacional. Encomiable resultó la aplicación de la Doctrina Estada en Sudamérica ante el estallido de golpes militares en Argentina, Chile y Uruguay, sin menoscabo de una apertura humanitaria de las embajadas y consulados para perseguidos políticos de aquellos países. Por otra parte, la pluralidad mexicana de este sexenio para establecer nexos diplomáticos con países considerados como del Tercer Mundo a la larga nos favorecerán en el ámbito multilateral pues, aunque suene feo, cada uno de esos países son votos en las Naciones Unidas; de esa manera, nos aseguramos cierta independencia política…, aunque sigamos privilegiando la dependencia económica con los EE.UU.

                Es menester dar un balance de todo lo escrito, y lo haré con un dicho muy nuestro: Candil de la calle, oscuridad de la casa. La realidad rampante de la vida diaria de este país, tarde o temprano, trastocará y rebasará toda proyección en el exterior que se intente lograr. Porque mientras en Naciones Unidas reprobábamos al régimen franquista español por represor y violento, ellos nos recordaban el penoso incidente de la Plaza de las Tres Culturas de 1968, donde el señor Echeverría se vio involucrado desde su despacho en Bucareli. Porque cuando las misiones culturales en el extranjero vanagloriaban lo hecho en México, el gobierno mexicano terminaba abruptamente con el Festival de Avándaro y todo aquello que se relacionara al rock & roll nacional; que dicho sea de paso, es una expresión musical con un potencial artístico y económico tremendo que, bajo moralismos y prejuicios, en un futuro, muchos se arrepentirán de no aprovechar hoy.

                Porque mientras, en el discurso, el apoyo total a los allendistas chilenos estaba presente, en la ejecución de política interna se actuaba igual o peor que la Junta Militar Pinochetista: El caso de la represión simultánea a La Victoria, en Santiago de Chile, y a La Jaramillo, en el estado de Morelos, es ilustrativo del uso excesivo de la fuerza pública en contra de la sociedad civil por ambos gobiernos. Hasta el momento en que escribo estas líneas, la colonia Rubén Jaramillo sigue ocupada por las Fuerzas Armadas nacionales…”


 Francisco continuaría por la vía institucional su lucha por un México mejor, pues si bien estaba consciente de las flagrantes necesidades del pueblo mexicano, también reconocía que la fugacidad de personajes radicales como el mismo Güero Medrano era simplemente eso: efímero. Lo que perdura son los trabajos conjuntos; el pueblo y la activa participación política del mismo.[3]



[1] Discurso en la Universidad de Guadalajara, 2 de diciembre de 1972, disponible en: Roitman Rosenmann, Marcos. “Allende, presente”. Ed. Diario Público, 2010, p. 123.
[2] Herminda de La Victoria de Víctor Jara, audio y material audiovisual de la comuna La Victoria disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=yVbpowFwIIM
[3] El eje central de la historia de la Colonia Rubén Jaramillo y el título del escrito son relativos al siguiente trabajo: Poniatowska, Elena. “No den las gracias. La Colonia Rubén Jaramillo y el Güero Medrano.” Ediciones Era, 2009, México D.F.