jueves, 21 de noviembre de 2013

La Política Exterior de Adolfo Hitler

Introducción:
Adolfo Hitler, estadista y dirigente ideológico de la Alemania del Tercer Reich durante 1933 a 1945, año de su muerte por un presunto suicidio en plena invasión del Ejército Rojo Soviético a Berlín, pertenece ya a la memoria histórica y colectiva de la humanidad tras la gran empresa imperialista realizada en la Europa de la Segunda Guerra Mundial y el holocausto judío engendrado en campos de concentración a lo largo de los territorios germanos.

Sin embargo, es sabido que se suele generalizar en demasía su papel de inquisidor, genocida y dictador; para ello, el presente artículo se enfocará al estudio de su accionar en materia de política exterior, pues antes de la hecatombe ocurrida en campos de batalla y las violaciones arbitrarias cometidas en contra de sectores antagónicos al pensamiento nacional-socialista, se llevaron a cabo ciertas acciones que permitieron al país germano socavar los rezagos contraídos en el Tratado de Paz de Versalles y, una vez más como en tiempos de Bismarck y Guillermo II, despuntar como actor principal en el sistema internacional de la época en mención.

El análisis se dividirá en tres tópicos clave de la política exterior alemana de Adolfo Hitler:
  • ·         La búsqueda por desdeñar lo estipulado en la Paz de Versalles sin romper con la política del “Statu Quo”.
  • ·         La lucha por unir en una sola nación a los estados de habla germana (Anschluss y El Pacto de Múnich).
  • ·         El Lebesraum (“espacio vital”), como motor ideológico y geopolítico de la práctica imperialista alemana.

Una vez establecidos los puntos a tratar, inicio con una breve semblanza del actor principal de la política exterior en cuestión.

 Adolfo Hitler:

Nacido en Braunau, dentro del Imperio Austro-Húngaro, desarrollaría en los primeros años una vida normal; acompañado de su padre, funcionario, y de su madre, con la cual establecería lazos afectivos estrechos; sin embargo, a la muerte del patriarca y también al posterior deceso de su madre, el joven y destacado estudiante en sus materias de Geografía e Historia Universal irá a probar suerte en la ciudad de Viena, donde se encontrará con algunos tropiezos y hechos que cambiarán el curso de su vida y de su futuro accionar político.

Su encuentro con el funcionar del Imperio Austro-Húngaro le harían formar criterios sobre la vida en Socialdemocracia y su relación con la familia del Imperio de los Habsburgo, la pobreza surgida de tal sistema político en Viena, la estrecha relación del judaísmo con la estructura política socialdemócrata y el posterior pensamiento antisemita que desarrollará durante el Tercer Reich.

A pesar de su discordancia con la Socialdemocracia, Adolfo se verá inmerso dentro del partido y se convertirá en un profundo estudioso de la propaganda austriaca que, según él, estaba impregnada de influencias judías; todo ello en aras de ratificar su pensamiento antisemita. Hasta que llega el inicio de la Primera Guerra Mundial, donde el ansioso Hitler iniciará su etapa dentro de la tropa alemana; en sus palabras, una de las situaciones más excitantes e importantes de su vida por ser parte de la defensa y ofensiva de su patria germana. Pero, ¿qué sucederá ante la derrota? Una fuerte crítica al “complot” judío-internacional, a la tibia reacción de los dirigentes bávaros y un profundo resentimiento hacia los “comunistas” que crearon inestabilidades y generaron revueltas en Alemania durante la guerra, hecho por el cual Hitler objeta la pérdida de la contienda bélica y sus trágicas repercusiones para el pueblo alemán.

A raíz de su retorno a la vida civil, Hitler ingresará al Partido Obrero Alemán – Predecesor del Partido Obrero Alemán Nacional-Socialista -, intercambiando opiniones con colegas excombatientes sobre el devenir económico y político de una Alemania perdedora y, desde ese momento, con un camino cuesta arriba por las imposiciones, que Immanuel Kant consideraba como verdaderos armisticios[1], de los tratados de paz. Posteriormente encabezará, en 1923, el intento golpista fallido llamado el “Putsch de la Cervecería”; después del cual sería encarcelado y aprovecharía para escribir un libro, un tanto autobiográfico y, por otra parte, un documento base de la ideología nacional-socialista: Mein Kampf (Mi lucha).

Para la década de 1930, y tras el Crack de Wall Street, se desarrollaría de igual manera una crisis económica acentuada en Alemania; tras estos hechos, el sentimiento nacionalista se acentuaría a tal grado que el Partido Nazi obtendría en 1930 una posición de escaños sin igual en la Cancillería alemana, logrando ya de esta manera ser parte integral de la vida política germana. Transcurrirán tres años de arduo lobbying político para que, a final de cuentas, Hitler sea nombrado como el nuevo canciller alemán (1933). [2]

La carrera por el rearme alemán:

Tras el ascenso al poder, Adolfo Hitler, con un bagaje largo lleno de rencores y actitudes revanchistas debidas a las resoluciones de paz de la Primera Guerra Mundial, se enfocará a lograr el rearme alemán por dos factores:

  • En primer lugar, por tener un “parque” bélico naval y terrestre que le permitieran llevar a cabo su empresa imperialista en Europa Central y;
  • ·         En segundo lugar, debido a que la generación de tales materiales de guerra serían factor clave para otorgarle un buen funcionamiento al pobre desempeño económico de Alemania en la década de 1930; el renacimiento de la industria.

Habiendo establecido los objetivos de tal pugna, en 1935 Hitler daría el primer paso al expresar su repudio a los artículos sobre desarme en el Tratado de Versalles; señalando el fracaso de otras naciones en su intento de desarmar y el drástico aumento de armamentos en Francia y Rusia. Éste representaría un reclamo que poseía dos vertientes:
  • ·         Una pugna, a todas luces, correcta sobre las desigualdades existentes de la política internacional y nunca contraviniendo el “Statu Quo” establecido;
  • ·         Un planteamiento que sería el primer escalón hacia la construcción de un imperio nacional-socialista alemán.

En consecuencia de la presión ejercida, se realizará un Convenio Naval Anglo-Germano tres meses más tarde, donde el Reino Unido concederá a Alemania poseer una fuerza naval no mayor al 35% de los acorazados ingleses; por otra parte, en 1936, Alemania re-ocuparía  la región del Rin y de nueva forma denunciaría el control internacional de sus vías marítimas a fines del mismo año.

Con lo anterior, podemos observar que mediante una revisión de lo establecido en Versalles y ante la realidad de su ejecución, Hitler consiguió, dentro de las relaciones de poder existentes, obtener concesiones que permitirían la proyección territorial deseada por el Tercer Reich.[3]  

Anschluss, la unificación Austro-Alemana:

“Anschluss”, palabra alemana cuyo significado en castellano es “Unión”, fue establecido en el imaginario de Adolfo Hitler desde su estancia en Viena y consistió en una afrenta hacia los Tratados de Versalles, pues estos habían estipulado que la unificación austro-germana estaba determinadamente prohibida.

Desde 1934, se presentaron tentativas alemanas para desestabilizar al régimen austriaco; la primera de ellas terminó con la muerte del canciller Dollfus y un intento de intervención fallido debido a la injerencia italiana (en ese tiempo sin ningún acuerdo con Alemania) para la protección de sus fronteras y por el apoyo leal que el Ejército austriaco mostró hacia el gobierno depuesto.

Ante estos sucesos, el nuevo canciller austriaco, Schuschnigg, estaba decidido a no dar ninguna opción a Hitler para otro posible intento de invasión; de esta manera se firma en 1936 un “Acuerdo Austro – Germano”, donde se reconocía la autonomía del gobierno austriaco, pero se cedían las decisiones en materia de política exterior a Alemania. El establecimiento de un auténtico protectorado alemán, según los pensamientos de Schuschnigg, se creía como un apaciguador de los deseos de Hitler; la historia siguiente le mostraría lo contrario.

En ese mismo año, 1936, Hitler y Benito Mussolini formalizarían la construcción del “Eje Berlín-Roma” tras la incursión de ambos en la Guerra Civil Española (1936-1939). Con tal acuerdo, y bajo el Rebus Sic Stantibus [4], Austria se sabría indefensa ante un nuevo ataque. Por tal motivo, en una negociación secreta entre Hitler y Schuschnigg, se establece que el puesto de nuevo Ministro del Interior sería cedido a Seyss-Inquart; éste, miembro asiduo del Partido Nazi, se encargó de la próxima nueva agitación social dentro del territorio austriaco, con la cual Hitler aprovecharía para ofrecer “ayuda” militar para el restablecimiento de la paz.

En un intento desesperado por abolir la inminente intervención Nazi, Schuschnigg ordena realizar un referéndum, donde se planteaba a los austriacos si deseaban ser parte de Alemania; Hitler era consciente del posible fracaso de su anexión si el pueblo se rehusaba a aceptar la ayuda.
A partir de ese momento, Hitler coludido con Seyss-Inquart, presiona al canciller para la detención del referéndum y lo logra. Era el inicio de la invasión; dentro del periodo del 10 al 12 de marzo de 1938, las tropas germanas avanzan sobre Austria sin oposición alguna. Un mes después Hitler ordenaría otro referéndum, donde se demostraría que la coacción había dado frutos, pues la población era favorable a la toma de posesión alemana en Austria. [5]

Lo importante a destacar en este acontecimiento ronda en dos sentidos:
  • ·         La imposición ideológica nacional-socialista sobre la unión de dos territorios germanos y;
  • ·         El papel de Alemania en cuanto a su ya consolidado rol hegemónico bélico (Poder coercitivo) y la demanda de una “autodeterminación nacional”, la cual era meta expresa de las potencias aliadas en la Primera Guerra Mundial.

Como resultado: la preservación, de nueva cuenta, del Statu Quo establecido y una reacción lenta por parte de países como Francia y Gran Bretaña sobre el ascenso expansionista alemán. En términos tangibles, Alemania adhería a 7 millones de personas y un ejército de 100.000 personas al Reich; conseguía recursos como acero, mineral de hierro y las reservas monetarias de Austria y una posición geoestratégica privilegiada en la zona balcánica. Ahora el siguiente paso sería la región eslava checoslovaca y polaca.

 La conquista de un “Espacio Vital”:

Al haber logrado la anexión austriaca, se desataría la necesidad de seguir ampliando el espacio vital o lebesraum alemán; allende sus fronteras, los siguientes objetivos estarían enfocados en Checoslovaquia y Polonia. El primero, fruto de la Primera Guerra Mundial, era un país plurinacional: Conformado por eslovacos, checoslovacos y germanos en mayor medida; que, cabe agregar, bajo los preceptos nazis las personas de origen eslavo estaban destinadas, por su calidad de “subhumanos”, a ser colonizados por la raza aria.

La historia de la anexión checoslovaca comparte grandes similitudes con lo ocurrido en Austria; de intervención política por parte de allegados a Hitler, éstos con el encargo de desestabilizar socio-políticamente al régimen indigno para favorecer a ofrecimientos nazis de ayuda e incitar el establecimiento de la normalidad. El 15 de marzo de 1939 se completaría la fórmula y Alemania culminaría su invasión a Checoslovaquia. [6]

Del último suceso, previo a la invasión a Polonia, cabe destacar el papel de la diplomacia alemana; esto debido a las múltiples reuniones que se llevaron a cabo entre Francia, Inglaterra, Italia y Alemania por la cesión de territorios en Sudetenland (Sudetes), que al final de las intervenciones, fueron favorables para Hitler y factor clave de la invasión checa. Desde dicho momento, ya en el Reino Unido de Chamberlain se vislumbraba una nueva lucha bélica; sería cuestión de meses para que los sucesos en Polonia desencadenen la guerra.

El concepto lebesraum, cuya concepción se debe al geógrafo alemán Friedrich Ratzel, se comenzó a acuñar en Alemania durante el gobierno de Guillermo II; por ello, Hitler y su admiración a éste personaje se encargarían de retomar el concepto en busca de rescatar su planteamiento central: La lucha por el pangermanismo y la, conocida en aquel entonces, Weltpolitik.

Acompañado de elementos darwinistas sociales y eugenistas, además de señalar las acciones alemanas colonizadoras en África sudoccidental, con el lebesraum Hitler plasmó, de manera ideológica, el porqué de su necesidad de transgredir las fronteras cercanas a Alemania. Bajo el pretexto de que las potencias occidentales habían logrado colonizar territorios africanos y asiáticos en tiempos anteriores y bajo los mismos argumentos de superioridad de raza y el predominio del más fuerte sobre el débil.[7]

Sin embargo, a pesar de las posteriores posturas alemanas, Weltanschauung y la Blitzkrieg,[8] con un alto contenido ideológico y en contra de Rusia, habían muchos más argumentos para agredir a un estado que mantenía con Alemania un pacto de no agresión.

De por medio estaba la posibilidad de prolongar la guerra mediante la invasión a Rusia por la gran cantidad de territorio, que se caracteriza por ser rico en recursos y fértil, además de los recursos humanos que disponía tal estado; de ésta manera, se podía forzar a una “paz” favorable a los intereses alemanes, ante el Reino Unido, sumamente mermado por la resistencia ante las fuerzas aéreas alemanas. Cabe mencionar que Hitler vislumbraba con ello, de igual manera, el predominio naval alemán con la adquisición de rutas que penetraban a Asia y descendían hacia el Golfo Pérsico y la India. [9] Por otra parte, el autor Grigore Gafencu[10] también plantea una teoría interesante sobre un supuesto éxito de la invasión germana a la ex URSS: ¿No representaban los soviéticos un papel antagónico ante las libertades occidentales? ¿Se prefirió el mal menor para el futuro devenir de las relaciones internacionales?

Satiliningrado marcó un giro de 360 grados en la contienda bélica y, a partir de ello, comenzaría a dibujarse la caída del Tercer Reich en beneficio de la Unión Soviética y de los Estados Unidos (EE.UU.); Hitler, al igual que Napoleón en tiempos del Imperio francés, se daría cuenta de la dificultad de rodear un territorio inconmensurable y, a raíz de aquella decisión, el rumbo de la historia devendría en lo que ahora conocemos.

 Conclusiones:

Sin duda resultan encomiables los resultados de la política exterior alemana durante la administración hitleriana, pues las directrices marcadas en el periodo de 1933 hasta 1945 lograron su cometido central: El resurgimiento del Estado alemán como un personaje central del escenario mundial y europeo, dentro de las relaciones internacionales. A pesar de lo que se pueda creer de Adolfo Hitler, sin duda su plan de acción para concretar su proyección internacional, y el de Alemania, fueron progresivos y apegados a la legislación resultante del armisticio o paz de Versalles; cuestión aparte será la pasividad que sus homólogos francés e inglés hayan ejercido para permitir el éxito de los planes germanos.

¿Qué sucedió, pues, con la mesura y genialidad de éste personaje austriaco? No hay una respuesta que logre vislumbrar el pensamiento exacto de Hitler sobre la Solución final aplicada a finales de la guerra; sin embargo, sí hay que remarcar una posible sobre influencia del factor poder en Adolfo Hitler: Teniendo dominado al país francófono y casi sometido al Reino Unido, aunado a la alianza con la Unión Soviética y los Estados Unidos fuera del combate: ¿Qué orilló al estadista alemán para tomar acciones inconmensurables que, a la postre, terminaron con la empresa imperialista alemana? Solo un verdadero estudio que utilice a la historia y el psicoanálisis podrá determinar, de una manera poco menos que acertada, el porqué de tales acciones. No obstante, con éste ensayo se deja precedentes de una política exterior intachable e incomparable de Adolfo Hitler para el Tercer Reich.
  







[1] Kant, Immanuel. Sobre la Paz Perpetua (Zum ewigen Frieden). Madrid, España: Ediciones Akal, 2012.
[2] Extraído de Hitler, Adolfo. Mi lucha (Mein Kampf). México: Ediciones Enigma, 2010.
[3] Obtenido del capítulo “La lucha por el poder: imperialismo” de Morgenthau, Hans J. La lucha por el poder y por la paz (Politics among nations. The struggle for power and peace). Buenos Aires, Argentina: Editorial Sudamericana, 1963. Pp. 94 – 100. 
[4] Principio del derecho internacional que establece: “Cuando la situación entre Estados cambia, los tratados entre ellos también se ve obligada a cambiar”.
[5] Recuperado de: www.bbc.co.uk/bitesize/higher/history/roadwar/anschluss/revision/2/
[6] Recuperado de: www.bbc.co.uk/bitesize/higher/history/roadwar/munich/revision/1/
[7] Para una revisión extensa de los métodos de coerción nazi, los argumentos sobre el “espacio vital” de las potencias colonialistas europeas, incluyendo la alemana, y los elementos Tayloristas / Fordistas de los campos de concentración alemanes, se recomienda:  
Traverzo, Enzo. La violencia Nazi, una genealogía europea (La violence nazie. Une généalogie européenne). Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura Económica de Argentina, 2012.

[8] Ibídem, pp. 80-89.
[9] Léase el artículo “El papel de la Unión Soviética” en: Gafencu, Grigore. Guerra en el este. Madrid, España, 1945.
[10] Ibídem.