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"Todo lo que fue volverá a ser y todo lo que es dejará de ser"-
Proverbio náhuatl
Haciendo
una pequeña digresión que me acerque a un porqué de mi elección de hacer el
estudio de las Relaciones Internacionales como vocación y futuro modo de vida,
me llega a la mente un hecho fundamental: Mi temprana inmersión dentro del
conocimiento de la escena musical popular del Siglo XX. Y no me cabe la menor
duda de que ello fue un motivo de gran fuerza.
¿Se imaginan? Al escuchar las
propuestas iniciales del Rock and Roll dentro de Estados Unidos (EE.UU.) y al
darse cuenta la segmentación de un Chuck Berry o un tal Buddy Holly dentro de
distintos sellos discográficos, hace reflexionar sobre los problemas
segregacionistas que la Unión Americana tuvo que sortear en gran parte de su
historia como Estado-Nación. ¿O qué tal los festivales multitudinarios que se
realizaron a finales de la década de 1960 en donde se pregonaban discursos de
amor mutuo y fin a la guerra? Siendo pequeño me tuve que preguntar qué guerra
era la referida, al poco tiempo me lo haría ver Country Joe and the Fish con un
tema de protesta: Su nombre era "Vietnam Song". El aparecimiento del
Punk Rock en la década de 1970 como resultado del final de los llamados
"Estados Benefactores o de Bienestar"; el surgimiento de la Music
Television (Mtv) como símbolo de la cultura consumista de 1980; 1990 y los
adelantos tecnológicos para la grabación, reproducción y ejecución de la
música... Y el presente, matizado de nostalgia por el camino recorrido junto
con un porvenir plagado de propuestas; cada una de ellas con su respectivo
"mestizaje" dentro de ciertas zonas del globo.
Habiendo sorteado ya una
introducción que resuma la relación, casi simbiótica, de mi gusto por la música
y mis estudios, llegué a un término clave dentro del andamiaje de este escrito:
"El mestizaje". Pues si bien la escena principal del rock and roll
fue acaparada por EE.UU. y el Reino Unido, la periferia mundial no estuvo
exenta de las repercusiones culturales, artísticas y sociales del género en
mención. Es así como llegamos a México y una conmemoración gráfica-sonora de sus,
actuales, 54 años, en la exposición temporal: "El rock en México
1955-2010", dentro del Museo del Objeto del Objeto (MODO) ubicado en la
colonia Roma.
Cinco décadas marcadas por
particularidades únicas; distintos contextos históricos, políticos, económicos
y sociales que determinaron las modas y modos de convivencia. Iniciando por
1950 y 1960 como un periodo de tiempo en que la sociedad mexicana se
desarrollaba económicamente hablando, fruto del "Milagro mexicano",
en conjunción con un estricto resguardo de moralismos y tradicionalismos;
musicalmente hablando era "la era del cover",
algunas veces adaptados a nuestra lengua materna y en otras interpretados en el
idioma inglés. La correlación entre el férreo control gubernamental y una nueva
actitud de rebeldía en la juventud vendría a finales de 1960; ahora con
amplitud en las tendencias de consumo, la "liberación" de la mujer
con movimientos feministas y la aparición de las pastillas anticonceptivas,
aunado con la influencia que tuvo la Revolución Cubana dentro de los círculos
intelectuales, académicos y del estudiantado universitario, daría cabida a la
cerrazón de la moral contra las nuevas expresiones; poco a poco dentro de la
escena del rock se abrirían paso los grupos que con ideas y letras propias marcarían
la entrada a 1970. De la exposición puedo rescatar el increíble acervo gráfico
de dicho periodo; entre ellos boletos, propaganda e imágenes: Épico fue ver un
ticket de una de mis bandas favoritas, The
Byrds, en una presentación en México, llevada a cabo en el Estadio de la
Ciudad de los Deportes en 1969; otro auténtico alimento a mi espíritu fue tener
en frente de mí un bajo Fender Precision antiquísimo, jamás olvidaré la
maquinaría de dicho instrumento: "Con los engranes de fuera", pensé.
He aquí donde se alcanza una
auténtica línea divisoria que marca un antes y un después, musicalmente y
socialmente hablando: "El fetival rock y ruedas de Avándaro"; año
1971, Estado de México. Inicios de la administración de Luis Echeverría Álvarez;
había terminado "el desarrollo compartido", antes remarcado, e
iniciaba una dirigencia que a sí misma se asumía en un papel de benefactora y
conciliadora con los sectores previamente agraviados..., por supuesto, para
nuestro menester (el rock and roll mexicano), eso no se cumpliría al escucharse
en una transmisión directa del festival lo siguiente: Una mentada de madre. Tal
grito fue el motivo de la desaparición del Rock and Roll en la vida pública del
país, relegando a gran cantidad de agrupaciones a lo "subterráneo"; es
decir, a escenarios ubicados en la zona periférica del Distrito Federal.
Inclusive, y en otro orden de ideas, podemos incluir el manejo de la política
exterior de LEA como un aspecto que no solo modificó la vida política-social
interna, sino, también, el manejo que la música tuvo en cuanto a proyección y
promoción. ¿De qué servía enaltecer a gran cantidad de artistas folcloristas de
la región sudamericana si, a la vez, se mantenía a raya las expresiones
musicales juveniles en México? "Candil de la calle, oscuridad de la
casa". Tal dicho no podría ser más afín a las intenciones de nuestro ex
presidente; sin duda se agradeció su intento de liderazgo para el denominado
"tercer mundo", no obstante, no fue lo suficientemente coherente con
la proyección del acontecer nacional. Hoyos
funky, la década de 1970 hasta mediados de 1980 se resumió a tal término.
¿Qué rescaté de la exhibición del MODO? Documentos de la ya extinta Dirección
Federal de Seguridad (DFS), dependiente de la Secretaría de Gobernación mexicana,
sobre las actividades "inmorales" que acontecieron durante la tocata
de Avándaro. En efecto, aquella agencia de inteligencia gubernamental que
encumbró políticamente a personajes peculiares como Miguel Nazar Haro y
Fernando Gutiérrez Barrios se daba el tiempo para realizar interrogatorios a
asistentes y sus respectivos familiares sobre posibles filiaciones políticas de
gente que solo cometió el error de “exhibirse de manera desinhibida” y escuchar
música al aire libre. Ilustrativo, en toda la amplitud de la palabra.
Transcurrirían dos periodos
presidenciales y todo el trabajo realizado en ejercicios anteriores en materia
macroeconómica se vendría abajo por la "petrolización de la deuda".
Llegaba al poder Miguel de la Madrid Hurtado e iniciaba con un mensaje de "austeridad"
en todos los aspectos de la vida nacional. Y así fue, comenzaban las recetas
neoliberales que enmendarían nuestra realidad económica: "Debo no niego,
pago no tengo", hasta que en la mañana del 19 de septiembre de 1985 la
madre naturaleza nos sorprendió con movimientos telúricos que serían parteaguas
dentro del auge de diversas Organizaciones Civiles y No Gubernamentales, para
colocar un ejemplo claro. El Rock and Roll no estaría exento de tales cambios.
Desde tiempos antes a la desgracia, para ser precisos hablamos después de 1982,
surgían oleadas de "chavos-banda" que emulaban a los punks ingleses
de la década anterior; a su vez, y acompañados de círculos de izquierda,
incluidos partidos de dicho espectro político, aparecían intérpretes
"rupestres" que, en verdad, predicaban con el ejemplo asumiendo una
actitud e imagen realmente austera. Rodrigo González, proveniente de la región
norte de México, sería el máximo exponente de tales expresiones y,
lamentablemente, una víctima más del terremoto que fragmentó la capital del
país. Como un trágico intercambio, "Rockdrigo" fue ofrecido a la Pachamama a cambio de una oleada
renovada de bandas mexicanas que dotarían de ritmo y mensaje a diversas causas
de la sociedad civil post-temblor. Desde las marchas en favor de reubicación de
sectores sin vivienda hasta los "mítines" del Consejo Estudiantil
Universitario (CEU) en 1986, ahí hacían acto de presencia agrupaciones que
labrarían un arduo camino hacia la consagración del género en los años
venideros.
Y como se ha
visto a lo largo de este escrito, la escena de este género musical no sería
ajena a lo que la década de 1990 deparaba para la realidad mexicana: La
consolidación del "libre mercado". Breves lapsos de estabilización en
la economía mexicana acompañados de "errores" fatídicos que ni los
mismos Chicago boys pudieron
solucionar; todo ello sin olvidar la convulsión social existente en los
sectores universitarios (1999) y en poblaciones indígenas localizadas en el
sureste de nuestro país. Literalmente estábamos presenciando un adelgazamiento
del Estado nunca antes visto; es más, tales eran los desprendimientos de
instituciones estatales e inmuebles que un ícono de los Juegos Olímpicos de
1968 pronto se convertiría en foro obligado para la consolidación de las bandas
de rock mexicanas, contextualizadas en la reapertura del sistema ante la música
en mención. Palacio de los Deportes y el Autódromo Hermanos Rodríguez serían
ahora administrados por una empresa privada, OCESA, para la organización de
diversos espectáculos; algunos de ellos, nunca antes vistos. La señal era
clara: la música tenía que dar un paso conjunto a las tendencias de macro
consumo; ser incluida dentro de la cultura económica del mexicano al
consumirla, aún más, a manera de representaciones en vivo y por consumo
individual en forma de casetes o discos compactos.
Por otra parte, y
retomando la retroalimentación que los movimientos sociales dotaban a la
composición y estructuración del Rock en México, tenemos lo que a mi parecer
fue una década activa; en la cual, se "internacionalizó" la escena
mexicana. Festivales pro-Derechos Humanos (incluidos los realizados a favor de
la causa del Ejército Zapatista de Liberación Nacional), los inicios de los
conciertos "Vive Latino" y álbumes como "El Circo", de la
Maldita Vecindad, y "Re", de Café Tacuba, fueron tal parte-aguas de
nuestro actual posicionamiento dentro del rock en habla hispana; me atrevo a
decir que a la par de nuestra contraparte argentina y, a título personal más de
mi agrado que la última, chilena. Dentro de los baluartes exhibidos dentro del
MODO se pueden observar diversas fotografías, prendas, compact discs y gran cantidad de instrumentos musicales; en su
mayoría guitarras de gran envergadura, predominantemente de marcas como Fender y Gibson.
A manera de conclusión sobre
esta remarcada relación entre la vida pública de un país y sus representaciones
artísticas, podemos observar cómo la música influye y se antepone al acontecer
diario dentro de una Nación o un Estado; y no solo en el género del cual se
expresa el presente artículo, sino en la mayoría de las propuestas de dicha
arte. La música puede decirnos mucho mediante su discurso o su instrumentación
de un contexto histórico en específico; por ello, y como auténtico soundtrack de la posguerra, el Rock and
Roll ha sido continuo relato desde mediados del siglo pasado. Y México no ha
sido la excepción, si consideramos nuestra vecindad con los EE.UU. como un factor
de gran peso de aculturación; así como, por colocar un ejemplo más, en la
música Rock argentina y chilena encontramos cierta influencia de corrientes
inglesas debido al largo devenir histórico entre dichos países.
Hasta el día 16
de febrero del presente año se tiene como plazo para visitar esta exposición en
el Museo del Objeto del Objeto, ubicado en la calle de Colima 145, colonia Roma,
de la capital mexicana. No dejen pasar la oportunidad de disfrutar el inmenso
acervo que se presenta, fruto de un arduo trabajo de recopilación.
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